Toda la gente de su pueblo le decía que estaba cometiendo un error, ya que el anacardo era un árbol que tardaba mucho en crecer y dar frutos y que no iba a llegar nunca a probar los anacardos de su árbol. A él no le importó y les dijo: "Yo también he comido frutos de los árboles que otras personas plantaron".
Al pasar los años, el señor murió y el árbol siguió creciendo. Mucho tiempo despues, vino un invierno muy frío en aquel pueblo, y los árboles de las casas de alrededor se helaron y no dieron fruto, pero el anacardo, fuerte y robusto si lo dio.
Gracias a aquel hombre que decidió tener paciencia y generosidad para plantar, regar y cuidar frutos que no iba a ver, otras personas tuvieron alimento en los malos momentos.
Se leyó el Evangelio y cantamos: "Tú palabra Señor".
Javi nos habló de los frutos que debemos y podemos dar como cristianos y cristianas. Hizó hincapíe en Dios como cuidador de esos árboles que gracias a esos mimos y cuidados, crecen y dan fruto.
Luego se repartieron unos "higos" de papel (muy aparentes, por cierto). Se trataba de escribir en ellos un fruto que quisieramos dar esta semana (silencio interior, oración, comprensión, etc...) y comprometernos a ello pegándolos en el árbol de corcho (el que el año pasado nos prestaron los de Sanfe y que nunca devolvimos -gracias de nuevo, por cierto-). El árbol acabó rebosante de higos.
Luego se siguió con el ritmo normal de la eucaristia.
Al final recordamos algunos de los frutos que van saliendo de esa comunidad (la grande que es la Unidad Pastoral y la pequeña que nos juntamos los domingos en Elorrieta), como son los más de 2000 euros recaudados con las pulseras parroquiales (para las obras de la Parroquia de San Ignacio), o los casi 400 euros para Elisabeth (la muchacha de Tanzania a la que apoyamos en los estudios de secundaria). También se recordó el rastrillo que tendrá lugar en mayo.
Acabamos la celebración cantando Gracias.
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