NUEVO COMIENZO
José Antonio Pagola
Los
evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus
seguidores. Según Mateo, han de "hacer discípulos" que aprendan a
vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de
lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el Evangelio a toda la
creación".
Quienes
se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el
Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con
graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de
esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace
veinte siglos.
Por
otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que
saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y
fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión
privados del contacto personal con el Evangelio.
¿Cómo
podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio
Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: "El Evangelio es, en todos los tiempos,
el principio de toda su vida para la Iglesia". Ha llegado el momento
de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero
es acoger el Evangelio de Jesús.
Nada
puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del
Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede
revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a
centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante
hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los
relatos evangélicos.
Lo
primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos
evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen
vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es
posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en
pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra
verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Hemos
de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o
estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús
no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la
regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio
de una sociedad secularizada.
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