Somos una familia sólo de tres, pero nos sentimos parte de la gran familia de la comunidad de Elorrieta.
Comenzamos asistir a las celebraciones familiares en Juan XXIII, hace ya más de seis años, casi por casualidad. Nosotros íbamos a las de “La Quinta”, por ser nuestra parroquia de toda la vida, y en la que Jorge hijo, había comenzado su caminar cristiano, pero cada vez se nos hacía más cuesta arriba por horarios y distancias, era hora de cambiar, de integrarnos en una parroquia cercana, y poder colaborar activamente en ella, y sobre todo que nuestro hijo, Jorge, viviera en otro escenario, valores imprescindibles para crecer como persona. Y de este modo aterrizamos en unas celebraciones emotivas, diferentes y alegres, viviendo momentos que dejan huella. Poco a poco empezaron a ser parte de nuestras vidas, como suelen ser las cosas maravillosas de la vida, nos enganchamos al tren, y el acudir a ellas todos los domingos nos cargaba las pilas para la semana.
Hoy, Jorge hijo tiene dieciséis años, difíciles por norma, en los que necesita buscar su camino y equivocarse o no, tiempo de marcar prioridades, y de ir contra corriente en su círculo, de compaginar espiritualidad y frivolidad, del “todo vale” a veces, pero cuando le pregunto qué significan para él, las celebraciones de la familia, rotundamente y con la seriedad que caracteriza a un adolescente en guardia, me dice: “En ellas vivo la fe de manera diferente y me ayuda a seguir mi camino como cristiano, porque en mi vida cotidiana llevo una mochila extra, por pensar así, por tener a Jesús como mi gran Amigo”, solamente por eso merece la pena intentarlo.
Comenzamos asistir a las celebraciones familiares en Juan XXIII, hace ya más de seis años, casi por casualidad. Nosotros íbamos a las de “La Quinta”, por ser nuestra parroquia de toda la vida, y en la que Jorge hijo, había comenzado su caminar cristiano, pero cada vez se nos hacía más cuesta arriba por horarios y distancias, era hora de cambiar, de integrarnos en una parroquia cercana, y poder colaborar activamente en ella, y sobre todo que nuestro hijo, Jorge, viviera en otro escenario, valores imprescindibles para crecer como persona. Y de este modo aterrizamos en unas celebraciones emotivas, diferentes y alegres, viviendo momentos que dejan huella. Poco a poco empezaron a ser parte de nuestras vidas, como suelen ser las cosas maravillosas de la vida, nos enganchamos al tren, y el acudir a ellas todos los domingos nos cargaba las pilas para la semana.
Hoy, Jorge hijo tiene dieciséis años, difíciles por norma, en los que necesita buscar su camino y equivocarse o no, tiempo de marcar prioridades, y de ir contra corriente en su círculo, de compaginar espiritualidad y frivolidad, del “todo vale” a veces, pero cuando le pregunto qué significan para él, las celebraciones de la familia, rotundamente y con la seriedad que caracteriza a un adolescente en guardia, me dice: “En ellas vivo la fe de manera diferente y me ayuda a seguir mi camino como cristiano, porque en mi vida cotidiana llevo una mochila extra, por pensar así, por tener a Jesús como mi gran Amigo”, solamente por eso merece la pena intentarlo.
¿Ahora a quién le toca presentarse?. Venga familias a prepararse y escribir unas líneas, que por fotos no va a ser.
ResponderEliminarGracias Zoraida y los Jorges. A mi por lo menos me ha gustado conocer como llegastéis a las celebraciones. Besotes.
Da gusto compartir y celebrar la fe con gente como "Zoraida y los Jorges" (qué tal como nombre artístico de guitarra y chelo?). Un abrazo
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