lunes, 26 de octubre de 2009

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO 25/10/09 EVANGELIO DEL CIEGO BARTIMEO


PRIMERA PARTE


46Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.

Estamos con la Iglesia a oscuras, en silencio. (Nos encontramos fuera del camino, junto al camino.)

Bartimeo era ciego de nacimiento. Rechazado por la sociedad, considerado pecador por las faltas de sus padres. Su única posibilidad había sido mendigar. No estaba con los demás, estaba fuera del camino, en el camino no se le permitía entrar, el tampoco lo intentaba.


A veces estamos tan ciegos, tan ciegas como Bartimeo. Nos ha abandonado la fe en nosotros mismos. No creemos en lo que hacemos, no creemos en lo que somos, no creemos…Estamos abandonados al lado del camino y vemos la vida pasar.


Vamos al trabajo pero muchos días sólo queremos que pasen. Vivimos la semana contando las horas que faltan para el fin de semana.


Llegamos a casa cansados del trabajo, y nos cuesta atender a los hijos que nos piden atención.
Tenemos que estudiar y nos parece lo más duro del mundo, no queremos hacer los deberes. La semana se hace muy, muy, muy larga.


Buscamos algo en lo que agarrarnos en el día a día y nos cuesta verlo. Estamos ciegos.


Tenemos unas tiras y unos bolígrafos. El que quiera se levanta y escribe alguna de sus cegueras, de sus oscuridades.


47Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»


Encendemos una vela y/o parte de la luz de la Iglesia.


Canto.

SEGUNDA PARTE

48Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»49Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.»

Bartimeo gritaba mientras unos le increpaban para que se callara. En ocasiones somos los que increpamos, los que no dejamos avanzar. Miramos a alguien y decimos: No puede hacerlo, no vale para ello.


· Cuando no acompañamos en los momentos importantes. Somos oscuridad.


· Cuando nuestro dinero es solo nuestro. Somos oscuridad.


· Cuando no respetamos las decisiones.Somos oscuridad.


· Cuando nos enfadamos. Somos oscuridad.


· Cuando insultamos, menospreciamos. Somos oscuridad.


· Cuando no animamos. Somos oscuridad.


· Cuando nuestra opinión es siempre la mejor. Somos oscuridad.


Se leen las que hagan falta, pero también se deja un momento para que espontáneamente la gente hable.


Canto


¡Animo, levántate! Te llama.


También hubo quien llamó a Bartimeo, quienes le dijeron que entrara en el camino, que avanzase, que dejase la oscuridad.


Nosotros también llamamos, también somos comunidad.En muchas otras ocasiones somos los que extendemos la mano, somos los bastones. Somos el apoyo y la luz.


Recordamos aquellas ocasiones en las que somos luz para los demás, en las que servimos de apoyo. Recordamos también a los que son apoyo, bastones para nosotros.


Se reparten unos bastones de papel y aprovechamos el momento para celebrar al de al lado. Nos damos la paz y a la vez entregamos un bastón a alguien de los que nos rodea. Puede ser real (agrediéndole el haber sido bastón, ofreciéndonos a serlo) o puede ser simbólico, entregándoselo a quien queramos.


Canto durante la paz


TERCERA PARTE


50Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús.51Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»52Jesús le dijo:«Vete, tu fe te ha salvado.»Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.


Leemos las oraciones que se han escrito al comienzo de la celebración y están en la cesta pensando en que son eso, oraciones. Las estamos dirigiendo al Señor. Él es el que nos conduce hacia el camino. Nuestra fe en él nos ha salvado.


Se reza -cantando- el Padre Nuestro cogidos de la mano y se reparte la Comunión.


Canto


Como Bartimeo nos encontramos aquí, Señor. Tú nos preguntas que queremos que nos hagas y gritamos ¡Queremos ver!.

Oración final


Aquí estoy, Señor,
Como el ciego al borde del camino.
Pasas a mi lado y no te veo.
Tengo los ojos cerrados a tu luz.
Sobre ellos han crecido duras escamas
Que me impiden verte.
Pero al sentir tus pasos,
Al oír tu voz inconfundible,
Todo mi ser se estremece
Como si un manantial brotara dentro de mí.
Yo te busco, yo te deseo, yo te necesito
Para atravesar las calles de la vida
Y andar por los caminos del mundo
Sin perderme.
¡Ah, qué pregunta la tuya!
¿Qué desea un ciego sino ver?
¡Que vea, Señor!

Que vea, Señor, tus sendas.
Que vea, Señor, los caminos de la vida.
Que vea, Señor, ante todo tu rostro,
Tus ojos,
Tu corazón.

Canto final: Adelante

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