domingo, 2 de enero de 2011

Evangelio comentado del domingo 9 de enero de 2011


BAUTISMO DE JESÚS
9 de Enero 2011


EVANGELIO: Mateo 3, 13-17

“Éste es mi Hijo amado” (Mt 3, 17)
En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
- «Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
- «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere».

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:
- «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto».


ACERCARNOS AL TEXTO

Este pasaje evangélico (esta perícopa) tiene dos partes muy diferenciadas y que conviene tenerlos en cuenta: el diálogo entre Juan y Jesús, y la presentación pública de éste como Hijo a través de una manifestación excepcional de Dios.


En el contexto del pasaje anterior (Mt 3, 1-12) resulta sorprendente la actitud de Jesús y coherentes las palabras de Juan: «Si soy yo quien necesito que tú me bautices». El diálogo entre ambos aclara que el bautismo de Jesús, en medio del pueblo arrepentido, es un paso necesario para que se cumpla el designio salvador de Dios. Pero, ¿por qué ha introducido Mateo este diálogo y los otros evangelistas no? Si hay algo que parece innegable desde el punto de vista histórico es que Jesús fue bautizado por Juan. La tradición cristiana -que como todas las tradiciones sobre héroes- tiende a ensalzar a Jesús, no hubiera creado un hecho tan humillante: Jesús entre los pecadores como uno de ellos, bautizado por alguien que es mucho menos que él. Además parece ser que entre los discípulos de Juan y los de Jesús hubo sus más y sus menos. La tradición no hubiera inventado nunca la subordinación de Jesús a Juan.

El diálogo tiene, pues, una función apologética: explicar el bautismo de Jesús por Juan. Pero, a la vez, tiene un significado teológico: el Mesías que viene a hacerse bautizar desconcierta a Juan, que esperaba un Mesías juez y un bautismo de fuego (3, 11-12); en lugar de ello, ve venir hacia él a un hombre confundido entre la multitud. Juan y Jesús tienen una visión diferente sobre el Mesías. El Espíritu avala la de Jesús.


La identidad de Jesús queda clara en los sucesos que siguen a su bautismo: apertura del cielo, descenso del Espíritu y audición de la voz divina.

- El cielo, que es la morada de Dios y que había permanecido durante mucho tiempo cerrado, pues en el pueblo no habían surgido profetas, se abre. Dios vuelve a entrar en contacto con su pueblo; el espíritu profético sigue vivo.

- El Espíritu de Dios desciende sobre Jesús para realizar en él la nueva creación (Gn 1, 2, donde el Espíritu aleteaba sobre el caos). Es el mismo Espíritu que actuó en su nacimiento (Mt 1, 18-25), y que le acompañará durante toda su vida (Mt 12, 28).

- La voz celeste declara que Jesús es el «Hijo amado», el «Hijo predilecto» (= Hijo de Dios), fórmula tomada de uno de los cánticos del siervo sufriente (Is 42, 1) para no dar lugar a equívocos. Jesús es el Hijo de Dios; en sus palabras y acciones escuchamos y vemos a Dios; pero él encarnará la figura del siervo sufriente, no la de un Mesías guerrero.


La afirmación «Jesús es el Hijo de Dios» es clave para Mateo. En los primeros capítulos alude de forma velada a ella: en la narración de la concepción virginal (Mt 1, 16. 18-20), a través de las palabras del profeta (Mt 1, 22; 2, 5), o por medio de metáforas (Mt 2, 11; 3, 11). Éste es también el título con el que le reconocen sus discípulos (Mt 14, 33), y Pedro en representación de ellos (Mt 16, 16). Ser Hijo de Dios define la identidad más profunda de Jesús, hasta el punto de que, cuando sus adversarios quieren poner en tela de juicio su identidad, recurren a este título: «Si eres Hijo de Dios...» (Mt 4, 3. 6; 27, 40. 43).

Mateo modifica, respecto a Marcos y Lucas, las palabras de la voz del cielo. La proclamación no está en segunda, sino en tercera persona: «Éste es mi Hijo amado». No es una revelación dirigida a Jesús, sino una revelación sobre Jesús dirigida a todos nosotros, al pueblo, a la comunidad. Invita a los lectores a reconocer en Jesús al Hijo de Dios.


Con la muerte de los últimos profetas, se había extendido en Israel el convencimiento general de que el pecado del pueblo había alejado el Espíritu de Dios de los suyos. Dios calla y el pueblo sufre su silencio. Los cielos permanecen cerrados e impenetrables. Los hombres y mujeres caminan tristes a través de una tierra sin horizontes. La escena del bautismo de Jesús, narrada por los evangelios sinópticos, es una NOTICIA REVOLUCIONARIA para los primeros creyentes: el cielo se abre; el Espíritu de Dios desciende de nuevo sobre el pueblo; la vida no es algo cerrado; con Jesús se nos abre un horizonte infinito; Dios está con nosotros.


Sacado de la página http://www.bidean.net/

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